Equivocarse y tener errores, el camino al éxito escolar del Alumno y sus Maestros.
Cuando cometemos un error normalmente sentimos culpa, miedo o algún sentimiento que no es de primera instancia motivador. Al ser profesores y comenzar a calificar, estos sentimientos nos llegan cada que tenemos que tachar, subrayar, o denotar que el alumno se ha equivocado en esa prueba que de acuerdo al tiempo de enseñanza y a los esfuerzos docentes ya debía haber aprendido. Es cuando comenzamos además a dudar de nuestras habilidades de enseñanza y se juntan con frustraciones, pues no sólo significa que el alumno no ha aprendido, si no que administrativamente podrían ver que el trabajo del profesor no ha sido el mejor y que probablemente esto podría verse agravado por la necesidad de una cita académica por parte de un padre de familia.
Toda esta cascada de consecuencias y emociones sobre un error o el conjunto de ellos, también tiene sus conclusiones en el alumno y al final repercute en la atmósfera del salón de clases.
Para los alumnos el hecho de ver su cuaderno, con notas al margen de mejora con algún color que resalta esas fallas, un examen con una calificación que no le satisface o pasar al pizarrón y no lograr completar la prueba, también le genera miedos, desmejora su autoestima y hasta aversión por la materia. Entonces…
¿Cómo logramos que el error nos motive como docentes y que aliente a los alumnos a seguir adelante, economizando el tiempo de aprendizaje?
– Todo es cuestión de perspectiva, mira…
Citando a Jean Pierre Astolfi, uno de los académicos más destacados en la didáctica de la ciencia, para los alumnos “la mala suerte, la inutilidad del ejercicio, su horóscopo o la mala voluntad de los profesores” son las justificaciones más cercanas a la causa de sus errores. Astolfi nos lleva al análisis y catalogación de los errores, encontrando las causas intrínsecas al rol del docente y su relación con el alumno, permitiendo la empatía entre ambos actores del aula.
Actualmente los modelos constructivistas son más aceptados precisamente porque, a diferencia de la psicología conductista, el error se permite y se busca. Muchas veces al tratar con muchos alumnos, por el ritmo requerido de enseñanza se tiende a normalizar la clase y eso evita que conozcamos el contexto que propicia la falta de aprendizaje de los alumnos.
3 consejos para motivar al aula.
1. Conoce a tus alumnos: Cada tema representa en los alumnos cierto contexto empírico, cuando logro por medio de dinámicas interesarme sobre la particularidad de dichos contextos por individuo, el interés por el tema aparecerá y los conceptos errados también, pero no se le castigarán o serán parte de la falla del sistema, en cambio funcionarán como una “aclaración” o “extensión” al conocimiento que el alumno ya traía, por lo que éste nuevo aprendizaje se convertirá en parte intrínseca de su día a día o bien, tendrá la oportunidad de crecer dentro del alumno.
Como docente, este tipo de dinámicas te da la oportunidad de entender la situación de vida, conocer más sobre la personalidad del alumno e incluso sobre su ambiente familiar o social. Apoyando a adaptar mejor las formas de enseñanza, ritmo y tolerancia a los posibles errores, así como su manejo. Todo gracias a esa empatía.
2. Alumno, ¡tus errores me interesan!: A quién no le gusta que le escuchen y si se equivoca, que no le recriminen.
Es importante que al abordar un nuevo tema, se incentive a través de dinámicas a obtener la mayor cantidad de errores posibles, eliminando la culpa y ayudando al alumno a encontrar el valor de su respuesta. Para ello, usaremos el recurso de las preguntas simples.
Resultó para Laurence Viennot (el autor de la primera tesis en Francia sobre la didáctica de la Física) algo fascinante al descubrir que a través de preguntas que surgieran de lo cotidiano, los alumnos descubrían la lógica del error, resultándoles en un aprendizaje significativo y logrando su adquisición en un cuarto del tiempo usual.
“ (…) no basta con reconocer el derecho al error, sino que se debe emprender el camino del conocimiento real del error.”
Michel Sanner, 1983.
3. Cambio de entorno: Existe el error u omisión de respuesta en los alumnos cuando no alcanzan a comprender las excepciones y los casos particulares de “X” conocimiento, surgen juicios incompletos y muchas veces se urge a corregir o completar. En este tipo de dinámicas, se pueden producir varios errores que no apoyan del todo a la correcta conceptualización y que pueden confundir o regresar a los alumnos a sus propios criterios. Es ahí donde se han de aplicar las actividades de transferencia como parte del trabajo didáctico, siendo capaz de amalgamar el contexto del alumno con cambios de escenarios, que le permitan dominar sus herramientas personales en lo conocido y lo nuevo, haciéndolos momentos creativos.
Es así como el “saber de error” (como explica Jean-Pierre Jaffré), no sólo permite al alumno un empoderamiento y el cambio de contexto, si no que fomenta la creatividad del mismo, para dar valor a la clase sobre nuevas formas de muestra que pueda resolver el docente, y que engancha por completo al tema y motiva a mejorar el ánimo del grupo.
¿Te gustaría leer más sobre cómo utilizar el “saber de error” en clase? Te invito a aventurarte en la fuente de este texto: http://www.galeon.com/lupitahdt/index_archivos/800/p5.pdf
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